Pareciera
que cada cierto tiempo tenemos que recordarlo y recordárnoslo. El mito
estereotípico de la hacker como una mujer antisocial, a veces como
bandida digital poniendo en evidencia a los poderes, otras como pirata
(en su acepción buena y mala) pero la mayoría de las veces como una
agente molesta que “roba” información ya sea para chantajear, hacerse
famosa y/o rica se convierte en un insulto.
Se convierte en un insulto porque desdibuja, intencionalmente, la
cultura hacker, es decir la cultura del ciberespacio en su acepción
liberadora y la relega a personajes estereotipados con los que resulta
difícil sentirse identificadas.
Hackers, dicen algunas, somos las que jugamos con la tecnología y
exploramos sus limitaciones, tratando de convertirla en algo diferente,
cambiar sus objetivos originales. Es de alguna forma, juego, placer
lúdico a la vez que, para algunas, resistencia a la alienación. Tomamos
distancia de las crackers, que son aquellas que lo hacen por molestar o
estafar a los demás.
Sin embargo estas identidades míticas o asumidas pueden volverse
rígidas y funcionar como un arma de doble filo. ¿Quiénes son, o quiénes
pueden ser, las hackers? ¿Quiénes están bienvenidas en el ciberespacio y
en sus derivados físicos, los hackerspaces?
Lo que nos deberíamos preguntar es ¿quiénes tienen acceso al
ciberespacio? A veces, declarar la libertad de un espacio significa
renunciar a detectar las contradicciones que traemos desde los lugares
que consideramos no libres. Es así que en la cultura hacker no sólo
encontramos mezclas de cracker malas y hackers buenas; trabajo
asalariado y explotación capitalista; hacktivistas, fascistas y
libertarians; meritocracias, adhocracias y dictaduras benevolentes.
Y también encontramos, y esto parece ser un tema recurrente en cada
hackerspace del mundo, un sexismo tan arraigado que pasa desapercibido y
sin problematizar. Es como si el mito del paria social se cumpliera.
“¿Por qué no hay mujeres en la cultura hacker?” se preguntan algunas
sin darse cuenta que se están respondiendo a sí mismas. No es que nos
hagan falta mujeres hacker, sino que nos hacen falta mujeres. No se
pregunta por la falta de diversidad sino por la falta de objetos
sexuales.
Se naturalizan los espacios como masculinos y la falta de diversidad
se disfraza de falta de interés, invisibilizando a las hackers de otros
géneros, que las hay pero que deciden no quedarse en lugares donde el
acoso pasa desapercibido.
Tenemos que recordar siempre otra cosa: alguna vez en el ciberespacio, todas éramos perras.
Fuente: Tribuna Hacker